Manuel Ruiz Maya
Responsable de voz: Rosa María Moreno
Autor: Rosa María Moreno
Datos personales y vicisitudes
En junio de 1915 publicó Un imbécil condenado a muerte. Es el análisis del juicio contra el autor de un doble parricidio, que resultó condenado a muerte a pesar de su baja e inadecuada capacidad mental; él había intervenido como perito médico. La reseña de uno de sus hijos sobre esta obra resume el enraizamiento político y social de la actividad médica de su padre, y contextualiza el marco reivindicativo de sus propuestas. Criticaba Ruiz-Maya las imperfecciones de la justicia penal y de los peritajes, e iniciaba una campaña de movilización social para revocar la injusta condena: apeló a las academias científicas y médicas y recurrió a la prensa, a las instituciones municipales, provinciales y nacionales, argumentando que la iniquidad cometida se debía a la falta de compasión y a la negligencia en la aplicación del conocimiento. Este proceder, en el que con la formación médica se observa el comportamiento de las instituciones y se recaba la intervención social y política para restaurar la justicia, se muestra en la petición de indulto dirigida al monarca: “En un tétrico calabozo de una cárcel nacional, Isidoro Ramírez, imbécil de nacimiento, espera tranquilo la hora de su muerte sin saber qué clase de crimen ha cometido ni si es un crimen el acto que ejecutó” [Reseña…, p. 25]. En el prólogo a la edición facsímil de Psiquiatría penal y civil, Gisbert Calabuig considera el tratamiento de la inimputabilidad una de las aportaciones más perdurables e innovadoras de Ruiz-Maya; el tratado publicado dieciséis años después de este escrito fue la primera obra española en asentar decisiones jurídicas sobre la responsabilidad penal en los criterios de la psiquiatría científica
La especialidad se estaba formalizando desde la década de los 20 por medio de los Archivos de Neurobiología y de las reuniones de la Asociación de neuropsiquiatras; Ruiz-Maya colaboraba en ambas, desde que se instituyeron.
Manuel Ruiz-Maya fue el cuarto hijo de una de las familias oligárquicas de Espiel, donde nació en 1988. Sus padres fueron Fabián Ruiz Briceño (fiscal y juez en Córdoba y presidente de la Audiencia provincial de Jaén) y Adelaida Maya Arévalo, ambos nacidos en dicha localidad; los tres hijos varones murieron como consecuencia de la insurrección militar (Fabián y German, en Espiel, mientras permaneció republicana, unos meses).
En 1903 inició los estudios de medicina en Granada, en la sede de rector López Argüeta, y los concluyó en 1910. Estos años supusieron para la ciencia y la medicina un periodo de impulso y renovación, que tuvo diversas instancias de organización. Una de ellas la Asociación española para el progreso de las ciencias (Zaragoza, 1908) obtuvo una gran acogida en Granada, ciudad en la que se celebró su tercera asamblea en 1911. Desde su sección de medicina se difundió la necesidad de realizar un programa de medicina patria e ibera; esta intención protagonizaba una de las tareas de Ruiz Maya aun en 1931, al escribir Psiquiatría penal y civil: “hemos tenido especial interés en conceder preferencia, siempre que nos ha sido posible, a los trabajos de nuestros colegas iberoamericanos” [nota 1 al índice bibliográfico]. Igualmente, estableció relaciones e intercambios con editoriales y asociaciones iberoamericanas en las revistas que editó. También, el papel emancipador de la medicina requería la reforma de los estudios médicos, esta aspiración fue recogida como propia por la Asociación médica regional, de la que Ruiz-Maya fue miembro fundador en 1917.
El órgano de difusión de esta sociedad, la revista Ideal médico, se presentó con el compromiso de: “el establecimiento de una enseñanza eminentemente práctica, para que el ejercicio de la profesión sea “científico, noble y humanitario y no una industria” [Ideal médico, 1917, 1, 3]. La voluntad reformista se materializó, en ese mismo momento, con la propuesta y el diseño de una cartilla higiénica para el obrero y su familia.
Toda la labor asistencial e institucional que desempeñó a lo largo de su vida parece también consecuencia de su ideario emancipador. Uno de sus primeros puestos en la beneficencia cordobesa fue en 1918 como director del servicio municipal de Puericultura, cuyo reglamento redactó, aunque estaba en funcionamiento desde dos años antes. El año siguiente ejerció como médico de guardia del hospital de provincial de agudos y en 1920 consiguió por oposición la plaza de numerario de la sección de psiquiatría, entonces en el hospital de San Pedro de Alcántara, e inició la reforma de la atención a los enfermos mentales. Proyectó los servicios psiquiátricos de Córdoba que preconizaban el carácter terapéutico de la hospitalización, a cuyo frente estuvo desde 1927 hasta su muerte. También tuvo a su cargo la asistencia domiciliaria de la beneficencia municipal de Córdoba, en el barrio de San Lázaro.
Antes, tras concluir sus estudios de medicina, había trabajado para la Córdoba Copper Company, en las minas de Cerro Muriano. Con la llegada de esta compañía, en 1908, se había activado la extracción de cobre y se llevaron a cabo las labores y obras de ingeniería de mayor envergadura en la historia de la minería del cobre en Cerro Muriano; se aumentó la plantilla de trabajadores y se ocasionó el empeoramiento en las condiciones laborales y sanitarias. El activismo de Ruiz Maya entre ellos fue la causa de que tuviese que abandonar el puesto. En 1921, la reforma del hospital de Alcántara comenzó igualmente con la denuncia ante la Comisión provincial de las deficiencias del centro y el estado de los internos. Las condiciones que criticó anuncian el carácter de la transformación que pretendía: exceso de enfermos en las salas de hombres y de mujeres, falta de diferenciación por patología, y unos recursos terapéuticos consistentes en camisas de fuerza, esposas y “algún grillo de cuero” [Ideal médico, 1921, 46, 151]. Tal situación solo dependía, según él, de una consideración de la enfermedad mental obsoleta:
“tiénese vulgarmente tal concepto de alienado, que, como ha varios siglos, aún se le cree algo extraño, pernicioso y molesto para la sociedad, que o debe ser exterminado, o debe ser recluido a perpetuidad, descuidado por todos como en la muerte” [Ideal médico, 1921, 43, 11].
Subyacía en su propuesta la confianza en la curación de los enfermos, la necesidad de prevenir la presentación de la enfermedad en la familia y en la sociedad y el propósito de impedir los efectos contagiosos que podía conllevar.
Estos objetivos fueron los impulsores del desarrollo independiente de la psiquiatría del marco jurídico-legal. Ruiz-Maya fue miembro, desde su fundación, de la Asociación española de neuropsiquiatría (Barcelona, 29 de diciembre de 1924) y miembro de su junta desde 1928. También lo fue de la Liga española de Higiene mental, originada dentro de la AEN en 1926, de cuya junta directiva fue vocal y delegado oficial para la provincia de Córdoba. La presentación en sociedad de la Liga pretendía, al menos, ocuparse:
“En conseguir que fuese obligatoria la enseñanza de la Psiquiatría, en favorecer los cursillos, en organizar científica y docentemente los manicomios, en crear clínicas y dispensarios psiquiátricos, en reformar la legislación sobre alienados, en luchar contra la sífilis, alcohol, tóxicos mentales y otras causas de locura, en educar los anormales y deficientes, etc., etc.” [Proyecto de creación…., p. 540]
Dentro de este programa, el progresivo enfoque, por ambas organizaciones, en el estudio y tratamiento de la peligrosidad social se configuró como uno de los cometidos nucleares de la medicina en el mantenimiento y explicación del orden social, y jugó un factor configurador de la psiquiatría, que sustraía del ámbito jurídico tal conducta, al permitir su tratamiento científico. La defensa de la profilaxis y de la higiene mental generó la idea de un vasto proyecto de investigación en el que se incluía a toda la población en busca de criterios biológicos que advirtiesen de la peligrosidad predelictual (estos son algunos de los propuestos por Ruiz-Maya: afectividad, sugestibilidad, automatismo, sentido moral. El programa incluía la divulgación: “para que el gran público comprenda y se interese por los problemas que la Higiene mental en su más amplia acepción suscita; ya sea porque puedan rendirle un provecho colectivo e individual inmediato, aparente o no, ya sea porque puedan representarle un serio peligro o una rémora en su vida privada” [Proyecto de creación…, 535]. Pero, sobre todo, dicho plan idealizó los hospitales psiquiátricos y las cárceles como lugares de investigación.
El diseño de Ruiz-Maya para el Hospital psiquiátrico de Córdoba partía de la formación especializada del equipo médico y asistencial y la organización de la clínica. La investigación también requería la organización de un equipo; para el hospital de Córdoba, un profesor clínico por cada 40 enfermos de observación y otro por cada 70 de reclusión indefinida, puestos obtenidos por oposición directa a la especialidad de psiquiatría. También instauraba la obligación de las historias clínicas de los enfermos y la investigación de los miembros de las familias, introducía los medios analíticos psicológicos y psiquiátricos para la sistematización objetiva, y exigía la observación continuada y precisa de los enfermos. Su vertiente terapéutica acompañaba a los objetivos de la psiquiatría reformadora del momento, según preconizaba la Liga:
“poseer una técnica medicopsicológica que permita diagnosticar la predisposición a las enfermedades mentales; dotar a la colectividad de una técnica social que permita, al mismo tiempo, encontrar los predispuestos dondequiera que estén, y asegurarles la aplicación de las medidas profilácticas” [Proyecto de creación…, 537].
Ruiz-Maya defendía además el carácter moral y patógeno de la peligrosidad social, la producción de un daño a las costumbres y principios morales de la comunidad. Esta hipótesis organizaba también su proyecto de reforma de los hospitales psiquiátricos: “Sale de este encierro —del ingreso— luego y va (…) a recibir la perniciosa influencia de otros agitados, a contemplar nuevas y grandes torturas” [Ideal médico, 1921, 43, 12], y configuró los proyectos de las otras dos instituciones en las que trabajó: el Hospital psiquiátrico judicial y el Hospital y Asilo penitenciarios, ya como Director general de prisiones.
Desempeñó este cargo desde el 7 de mayo de 1933 hasta el 14 de septiembre, tras el fin del tercer gobierno de Azaña. Su nombramiento fue aplaudido por los funcionarios de prisiones, quienes resaltaron sus conocimientos y su trayectoria de investigador riguroso:
“… una relevante personalidad científica en España. Su trato con el dolor y la miseria en los hospitales fortaleció en su espíritu un sentimiento liberal, enraizado a una ternura democrática, que anhela una humanidad mejor, más justiciera, en la que el humilde encuentre consuelo a sus aflicciones, amparo a sus miserias y luz de cultura en sus espíritus […]. Su preparación penitenciaria, muy moderna en sus teorías lógicas y humanas, harán seguramente que D. Manuel Ruiz-Maya deje a su paso por la Dirección general de Prisiones un recuerdo imborrable de su nombre ilustre” [Vida penitenciaria, 2 (32), 8].
Ruiz-Maya desplegó en este escaso periodo el sistema que había forjado en torno a la utilidad de la medicina: el objetivo fundamental que declaró para la organización carcelaria fue el de contribuir a “la defensa social, es decir, no tanto el aislamiento, la custodia, sino la reforma de los reclusos, la inocuidad del infractor social una vez vuelto a la vida en común” [Vida penitenciaria, 2 (32), 9]. Para conseguirlo disponía sus conocimientos médicos en torno a la creación de un hábito, y la ayuda de la laborterapia [ibid.]. En la Gaceta de Madrid de 8 de Julio de 1933 (189, 170-179) se recogen los encargos que fueron realizados: la aprobación del Hospital Psiquiátrico Judicial y de su Reglamento; el Reglamento de los servicios de Sanidad e Higiene de Prisiones, dispuesto por Decreto de 8 de febrero de ese año, y el proyecto de decreto de creación del Hospital y Asilo penitenciarios. El 5 de agosto de ese año, apareció en la Gaceta de Madrid (217, 874-877) la Ley de vagos y maleantes, que lo mantuvo al servicio de la de sección institucional un poco tiempo más, esta vez, en la Comisión para la reforma del Reglamento de las prisiones.
La ordenanza del Hospital psiquiátrico judicial significaba extender los supuestos de la psiquiatría a las prisiones:
“aislar del resto de la población penal aquellos delincuentes que cayeron, luego, en perturbación mental, y aquellos que por enfermedad infringieron la ley; y no a efectos punitivos especiales, sino, en primer término, para colocarles en un medio, someterles a un régimen de casa de salud, rodearles de las asistencias adecuadas a su situación psíquica morbosa que hagan posible la modificación, o el alivio, o la curación, en su caso, de sus trastornos mentales […]. Debe extenderse a aquellos penados que presenten síntomas manifiestos de alteración psíquica, cual fuera su forma u origen, incluyendo a los alcohólicos crónicos y toxicómanos […] y ciertas perversiones o anomalías del instinto” [Gaceta de Madrid de 8 de Julio de 1933, 189, 171].
La creación de los talleres para la laborterapia, el campo de huerta, la atención a las condiciones higiénicas [ibid., 172], incluso las reformas arquitectónicas procedían de la hospitalización general: la separación y el aislamiento “… ha de tener como finalidad evitar el daño o influencia que éste (el enfermo) pudiera producir o ejercer sobre el resto de la población penal” [ibid., 171]. Asimismo se introdujo en el sistema penitenciario la especialización del personal: el director de la prisión debía ser psiquiatra y el resto de los funcionarios tener formación específica. Para ello se creaba la Escuela de Enfermeros psiquiátricos de Prisiones [ibid., 175].
El Hospital y Asilo penitenciarios, en el edificio de la prisión provincial de Segovia, fue concebido como prisión sanatorio para enfermos de tuberculosis o aquejados de otra enfermedad incurable y para los penados de más de sesenta años y los inútiles. Facilitaba la atención médica dentro de un régimen de vida carcelario: “para subvenir las deficiencias de las enfermerías en el tratamiento de los enfermos crónicos o contagiosos […] “por convenirles medidas higiénicas especiales” [Gaceta de Madrid de 8 de Julio de 1933, 189, 177]. Además, era un instrumento para las tareas contenidas en el Reglamento de la Sección de Sanidad e Higiene en la lucha contra las enfermedades infecciosas, según se desprende de una de las justificaciones para la institución del asilo: “se mueven [en la cárcel] entre otros sanos contaminándoles de su propia enfermedad, necesariamente mortal, en un ambiente en que todo concurre a su sostenimiento y propagación” [ibid.].
El ejercicio de los ideales reformistas alcanza su manifestación plena con este Reglamento. Con él Ruiz-Maya ratificaba el papel dado a la medicina y a sus contenidos racionalizadores en el proyecto radical republicano. El reglamento supone la extensión de los derechos a todos los ciudadanos, incluidos los reclusos y, al mismo, la generalización del papel de la medicina en el progreso de la sociedad, desde un punto de vista material y programático. En primer lugar, las labores de la higiene comunitaria se mejoraban al revocar el texto en el que se:
“limitaba la acción profiláctica de los Médicos de Prisiones sólo en el recinto, y, por tanto, no existiendo relación estrecha entre la sanidad de la población y el resto de la provincia, era muy fácil la propagación de casos infecciosos importados o exportados del establecimiento penitenciario” [Gaceta de Madrid de 8 de Julio de 1933, 189,175].
Al igual que en el exterior se deseaba fundamentalmente prevenir el tifus, el paludismo (“las regiones españolas donde exista epidemia palúdica”) y la viruela (se obliga a la vacunación y revacunación antivariólica). Se secundaban de esta forma las directrices de la Secretaría general de Sanidad en torno a la prevalencia de las enfermedades infecciosas. La desaparición de las barreras se observa asimismo en la centralización de los servicios del Instituto provincial de Higiene para el diagnóstico analítico, en el hecho de que el jefe de la sección fuese el Inspector provincial de Sanidad y en la licencia que se concede a este organismo para que sus inspectores visiten las cárceles [Gaceta de Madrid de 8 de Julio de 1933, 189,175-177].
La utopía higienista llega a establecer que todos los proyectos de construcción o reforma de las prisiones deberían ser revisados por esta sección de Sanidad de Higiene que pasa a ser parte de la Junta de Construcciones penitenciarias, creada por decreto de 14 de marzo de 1933 [ibid., 176]. En este caso la propaganda que se hará de la apertura de la cárcel de mujeres, que realizó junto con Victoria Kent, resulta paradigmática de la confianza en el programa reformista [Vida penitenciaria, 2, (43-44)].
Las medidas para mejorar las condiciones de salud y médicas de los reclusos son las higiénicas generales –desinsección y desratización e higiene laboral en los talleres– , y se incorpora la racionalización de recursos con la creación de un Centro farmacéutico y un Laboratorio central [Gaceta de Madrid de 8 de Julio de 1933, 189, 177]; con ambos se emulan y fortalecen los principios básicos de atención a los reclusos propuestos por Victoria Kent con la creación del Economato central: mejora de los suministros, racionalización, control y garantía de la igualdad de distribución entre los distintos centros. La permeabilidad del proyecto reformista resulta evidente, en el artículo 15, con el que se reglamentaban las propuestas de la Sección de higiene social y propaganda, para la eliminación de las enfermedades sociales: “se tendrá el interés especial en hacer propaganda entre los reclusos de las prácticas de higiene social contra la tuberculosis, enfermedades venéreas, alcoholismo, etc.” [ibid.].
Cuando fue nombrado por su sucesor Estellés miembro de la Comisión de la reforma de Reglamento de prisiones, como psicopatólogo, se trata ya de llevar a la práctica la utopía medicalizadora: este nuevo comité se idea para organizar las consecuencias carcelarias de la aprobación de la Ley de vagos y maleantes, de 4 de agosto de 1933, entre ellos, la propuesta de la investigación con medios psiquiátricos, psicológicos y los propios de la antropología física de los reclusos, para su desvío justificado a uno de los tres nuevos centros proyectados durante la dirección llevada por Ruiz-Maya: el asilo penitencial, el hospital psiquiátrico judicial y el reformatorio de vagos y maleantes [Figura 11].
Desde 1934 permaneció en Córdoba, dedicado a la actividad médica.
Formación académica
Licenciado en Medicina por la Universidad de Granada, 1903-1910. Doctor por la Universidad Central en 1913.
Puestos y cargos desempeñados
Director General de Prisiones en 1933.
Médico de la Beneficencia en Córdoba , director del Servicio de Puericultura.
Jefe clínico del Servicio de Alienados, diseñó el Hospital Psiquiátrico de Córdoba.
Activismo político
Se conoce el inicio de su actividad propiamente política en 1916 como secretario de la junta del Centro Andaluz de Córdoba, creado el 13 de noviembre de ese año. El presidente fue Rafael Castejón y Martínez de Arizala, Director general de Sanidad en el Gobierno Lerroux del 35, deportado, y con el que mantuvo colaboración en diversas iniciativas científicas. Luego, la publicación del Manifiesto cordobés, el 18 de junio de 1917, en el que colaboró, supuso la escisión del centro. Al fundarse el Partido Republicano Radical Socialista, en 1929, constituyó la agrupación cordobesa y perteneció a su junta directiva nacional entre 1931 y 1934. En Madrid había conocido a Marcelino Domingo y a Álvaro de Albornoz; a este último lo protegió en su casa de Córdoba durante el proceso del Comité revolucionario de 1930. Precisamente ese año, en febrero, había hecho un llamamiento a la sociedad cordobesa para la movilización democrática, con la formación del Bloque de intelectuales cordobeses, cuyo programa redactó personalmente. El 14 de abril de 1931 proclamó en esta ciudad, desde la Plaza de las Tendillas, la llegada de la Segunda República. Fundó el semanario político República, de vida muy corta, quizá debido a su nombramiento como Gobernador civil de Almería ese mismo año. Fue Director General de prisiones desde el 7 de mayo de 1933 y hasta el fin del tercer gobierno de Azaña, el 14 de septiembre.
Causas de la represión y/o exilio
Sin procesamiento. Detenido en su casa el 13 de agosto, en presencia de uno de sus hijos, Manuel Ruiz-Maya Chinchilla. Tras ser interrogado por el comandante Zurdo, fue asesinado de un disparo en la nuca, en la Cuesta de los Visos el 15 de agosto. Es una de las víctimas de la primera fase de represión en Córdoba, dirigida contra personalidades del Frente popular, diputados y dirigentes obreros destacados. Fue programada directamente por el coronel Cascajo, cabeza visible de la sublevación. Según uno de los represaliados, Rafael Castejón y Martínez de Arizala, deportado, Queipo y Eduardo Quero, coronel de caballería retirado, incitaron las represalias. Vicente Martín Romera fue fusilado el 8 de agosto; el 18 lo fueron Lorenzo Claro Isla Carande, director de Sanatorio Antituberculoso y Ramón Hombría Íniguez, director del Dispensario Antivenéreo. En septiembre fueron asesinados Manuel de Pinta Leal y Sadí de Buen Lozano. No pudieron encontrar al analista Celestino Infante Luengo ni al doctor Sama Naharro; Julián Roldán Arquero, doctor del psiquiátrico fue protegido por un familiar al ser detenido.
Manuel Ruiz Maya tuvo cinco hijos: Elisa Ruiz-Maya Camacho, José, Manuel y Pilar Ruiz-Maya Chinchilla y Luis Ruiz-Maya Pérez. más tarde, en 1945, se inició un expediente popst mortem y en 1950 otro por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería.
Publicaciones personales
Defensor de la relación entre el progreso científico y el social afianzó su actividad política en el terreno literario y el científico, de manera paralela a la labor institucional, descrita en el apartado biográfico. En 1914 dictó en el Ateneo de Madrid la conferencia Yo y los demás [Madrid, Imprenta Hispanoalemana, 1914] y creó la revista politicoliteraria, Selene. El año siguiente ingresó en la Real Academia de Ciencias, Bellas Artes y Nobles Letras de Córdoba; su exposición nos permite introducir una de las líneas de investigación que también tematizaba el discurso reformador científico y político de la época: el acercamiento biológico en la comprensión y en la transformación de la sociedad. En esta ocasión, aparece empleado para el estudio de los procesos cognitivos: La ideación, fenómeno físico-químico, 1917. Esta línea de pensamiento se observa en otros escritos y conferencias, de los que carecemos en ocasiones de fecha y dato editorial (son atribuidos por él mismo o por su hijo Manuel Ruiz-Maya Chinchilla) pero que manifiestan el carácter naturalista de sus propuestas: La conciencia y la psiquis, Ensayo psicológico; La emoción de lo infinito; Orígenes del conocimiento: Turró y Freud. Una perspectiva más biologicista subyace en los trabajos siguientes: Ante la plasmogenia. Las formas complejas y la evolución; Sobre el hallazgo de Alcolea (Investigación antropológica) (en Diario Córdoba); Reflexiones sobre un cráneo neanderthaloide y Un cráneo vivo del tipo del hallado en Alcolea (Radiografías). Finalmente, según afirmó Alejandro Guichot, en el libro Quiero ser hipócrita. Puntos de vista y confesiones subyacía un “racionalismo naturalista” que permitía sostener que “los derechos del individuo son los deberes de la colectividad” [Ideal Médico, 1919, p. 21].
En las mismas fechas, Manuel Ruiz-Maya intervenía en la creación de la Asociación Médica Regional andaluza y de su órgano de expresión, la revista Ideal médico. La sociedad tenía entre sus objetivos fundacionales dignificar la profesión “para […] producir la única sociedad perfecta” [Ideal médico, 1917, 1, p. 4]; contaban para ello con las siguientes propuestas: pago de médicos y farmacéuticos titulares por el estado, reforma de la medicina (“en el sentido de que sea eminentemente práctica para que el ejercicio de la profesión sea científico, noble y humanitario”) enseñanza obligatoria de la deontología médica, y “natural” limitación en el número de médicos [ibid, p. 3]. El primer número apareció el 30 de julio de 1917, con artículos de Lawinkel (posible pseudónimo de Ruiz-Maya), Jesús Centeno y José Navarro. Las secciones establecidas expresan el ideario fundacional: profesional, científica, revista de revistas (luego llamada “revista de libros”), y una dedicada a la propaganda. La asociación incluyó a farmacéuticos y veterinarios y tuvo varias sedes en la provincia. Los dos primos médicos de Manuel Ruiz-Maya, Manuel Jiménez Maya y Rafael Jiménez Ruiz (nombrado alcalde de Córdoba en 1940 en reconocimiento, se dijo, de su servicio a la falange) y un cuñado farmacéutico, José Pineda, todos de Espiel, aparecen como abonados de la revista y Rafael, además, como miembro de la asociación. También estaban inscritos Rafael Castejón y Martínez de Arizala y Vicente Martínez Romera, uno de los médicos fusilados en Córdoba a principios de agosto del 36. En las últimas páginas de la revista, dedicadas a las actividades profesionales, tuvieron difusión los colegios de veterinarios y de farmacéuticos hasta que el 30 de diciembre de 1919 pasó a representar al de médicos hasta el verano de 1921. Desde entonces lo hizo del Cuerpo de Beneficencia [Anales del Cuerpo Médico de la Beneficencia Provincial, segunda época, n. 48]. Ruiz-Maya fue sustituido por Emilio Luque Morata, pero permaneció en el Consejo de Redacción, hasta que a principios de 1928 retomó la dirección de la revista que se subtituló Revista Mensual Científica y Profesional.
El 23 de agosto de 1921 se comunicaba la creación de la Academia de Ciencias Médicas de Córdoba; tenía como fin: “propulsar la cultura científica de sus miembros, dar a conocer el trabajo personal de los profesionales, es su objeto inmediato; hacer la Geografía médica de la provincia, su finalidad última”. Manuel Ruiz-Maya fue el primer secretario de su Junta y el tesorero lo fue Rafael Castejón y Martínez de Arizala [Ideal Médico, 30 de agosto de 1921, n. 50, 68]. Sus sesiones se difundían a través del Ideal médico. El primer estudio presentado fue el realizado por Ruiz-Maya sobre el tratamiento de la epilepsia (Nuevas medicaciones en la epilepsia, 1921). Esta faceta de fomento de la ciencia se materializó en numerosas reseñas en Ideal médico y en revisiones doctrinales. Algunas de ellas fueron: Síntesis fisiopatológica y terapéutica del sistema endocrino simpático; El sistema endocrino-simpático: Síndromes simpáticos ; Amiotonia y Amiotrofia infantiles. Enfermedad de Oppenheim y de Enfermedad de Werdnig Offman. Otras tuvieron un interés clínico: El médico general ante la parálisis general progresiva; Interpretación clínica del líquido cefalorraquídeo; Notas prácticas sobre la meningitis tuberculosa.
Por otra parte, continuó con el desarrollo de trabajos ligados al objeto de su tesis doctoral, la investigación pericial: Dos informes médico-legales; Capacidad penal del alcohólico; Informe sobre la capacidad para testar de un tabético ya fallecido. Esta línea de investigación fue fundamental y formaba parte del proceso de especialización de la psiquiatría, como ya se advertía en el escrito fechado en 1915, Un imbécil condenado a muerte. Estudio médico legal de la pena impuesta a Isidoro Ramírez Morales, autor del asesinato de su padre y madrastra. En este ámbito, participó al menos dos veces en los congresos de la Asociación Española de Neuropsiquiatras a la que pertenecía: La peligrosidad de los alienados en sus aspectos teórico y práctico: Segunda Reunión anual de la Asociación Española de Neuropsiquiatras, Madrid, 1927; Límites de la peligrosidad en los enfermos mentales y medios prácticos para justificar la existencia de circunstancias que la determinan: Tercera Reunión anual de la Asociación Española de Neuropsiquiatras, Bilbao, 1928. Publicó asimismo diversos trabajos que anunciaban el desarrollo de su tratado Psiquiatría penal y civil; entre ellos: Breve ensayo sobre el carácter y su clasificación, ; La herencia de la locura; Algunas nuevas orientaciones en el estudio de las enfermedades mentales (conferencia pronunciada en el Colegio médico de Sevilla, 1926); Técnica del psicoanálisis y su aplicación al tratamiento de algunas neurosis; Informe de incapacidad. Delirio de persecución a base de interpretaciones en su variante resignada. Inducción y sugestión del delirio a menores.
Su tarea reformista continuó en 1929, con la fundación del Ateneo médico de Córdoba. El propósito era el de estimular la investigación científica, proponer reformas sanitarias de interés público y una colaboración interprofesional que “no queremos sea deformada o adulterada por excesivo protocolo, que restando espontaneidad cohibiría al modesto obrero intelectual, originando anquilosamientos primero, indiferencia y muerte después” [Boletín Oficial del Colegio Oficial de Médicos de la provincia, 1929, n. 94, p. 102]. También anotamos aquí la serie de artículos aparecidos en el Diario Córdoba con el título Sobre la locura. En 1930 impartió cursos teórico-prácticos de psiquiatría para médicos, maestros y abogados.
El tratado, Psiquiatría penal y civil se editó en 1931. Es su gran obra: fue reseñada en las revistas especializadas internacionales, y supuso la dedicatoria a su autor de un número extraordinario de Ideal médico en ese mismo año; según expuso Gisbert Calabuig en 1999, con motivo de la reimpresión, fue durante mucho tiempo la obra de referencia en medicina legal y un texto básico en América Hispana; todavía en 1995, decía, lo podía considerar una materia viva; también subrayaba Calabuig el valor que tuvo la definición de inimputabilidad en el desarrollo de la medicina legal en España; la reproducimos: “deben considerarse irresponsables a quienes en el momento de ejecutar la acción u omisión punible se hallaren en estado de perturbación o debilidad mental de origen patológico que prive necesariamente y por completo a su conciencia de la aptitud para obrar de acuerdo con ella”. Además de la importancia intrínseca que tuvo, hace recordar las palabras con las que pidió el indulto en 1915 de Isidoro Ramírez: “espera tranquilo la hora de su muerte sin saber qué clase de crimen ha cometido ni si es un crimen el acto que ejecutó”. Durante esta década Manuel Ruiz-Maya manifestó el compromiso cívico con escritos literarios y conferencias de marcada intención política: La ciudad del deber, 1917; La senda del bienestar social fue el título de una conferencia pronunciada en la Sección sindical de la Federación Nacional Ferroviaria, en 1914 [reproducida en 1930, a petición de los asociados]. En el Ateneo de Madrid disertó al menos dos veces: Sobre nuevas formas sociales y El problema de la tierra en la provincia de Córdoba. Estas temáticas (la cuestión agraria, la lucha de clases y el regeneracionismo) fueron desarrolladas en dos de sus novelas: Los libertadores del campo, 1920 y Los incultos, 1920. Dejó sin publicar el libro Más vale el escándalo. Libro de la serenidad.
Publicaciones del autor
Algunas nuevas orientaciones en el estudio de las enfermedades mentales, 1927. Ideal Médico, 109, 146-154; 110, 175-177.
Amiotonia y Amiotrofia infantiles. Enfermedad de Oppenheim y de Enfermedad de Werdnig Offman, 1926. La Medicina argentina, IX, Archivos de Neurobiología, 7 (5); Ideal Médico, 113, 242-250, 124, 235.
Ante la plasmogenia. Las formas complejas y la evolución, 1919. Ideal Médico, 27, 203-207; Boletín de Plasmogenia de la Habana, n. 5.
Breve ensayo sobre el carácter y su clasificación, 1919. Ideal Médico, 24,133-138; 25, 159-166; 26, 177-184; Plus Ultra, Revista Internacional de Medicina, n. 8.
Dos informes médico-legales. Córdoba, Imprenta Moderna, 1927.
El médico general ante la parálisis general progresiva, 1925. Ideal Médico, 93, 65-66.
El panadizo, accidente de trabajo: tratamiento postoperatorio del panadizo (tesis de doctorado, 1913), 1927. Ideal Médico, 123-124.
El sistema endocrino-simpático: Síndromes simpáticos, 1925. Ideal Médico, 89, 224-226, 91, 9-14, 93, 59-62, 95, 100-103, 96, 120-124, 98, 170-173.
Informe de incapacidad. Delirio de persecución a base de interpretaciones en su variante resignada. Inducción y sugestión del delirio a menores, 1928. Ideal Médico, 125, 237-249.
Informe sobre la capacidad para testar de un tabético ya fallecido, Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal (Buenos Aires), 1934.
¿Hallazgo trascendental? Un cráneo vivo del tipo del tipo del hallado en Alcolea, 1924. Ideal médico, 80, 25-27.
Interpretación clínica del líquido cefalorraquídeo, 1927. Ideal Médico, 115, 22.
La emoción de lo infinito, 1920. Ideal Médico, 34, 67-94; La Semana Médica, Buenos Aires.
La ideación, fenómeno físico-químico. Córdoba, Imprenta Moderna, 1917.
La peligrosidad de los alienados en sus aspectos teórico y práctico: Segunda Reunión anual de la Asociación Española de Neuropsiquiatras, Madrid, 1927. Archivo de neurobiología, 8, 97-104,
Límites de la peligrosidad en los enfermos mentales y medios prácticos para justificar la existencia de circunstancias que la determinan: Tercera Reunión anual de la Asociación Española de Neuropsiquiatras, Bilbao, 1928. Barcelona, Tipografía Santiago Vives.
Notas prácticas sobre la meningitis tuberculosa, 1934. La Medicina Argentina.
Nuevas medicaciones en la epilepsia, 1922. Ideal Médico, 51, 84-87.
Orígenes del conocimiento (resumen), 1926. Ideal Médico, 118, 94-95.
Psiquiatría penal y civil. Madrid, Plus Ultra, 1931 [Reimpresa: Córdoba, CajaSur, 1999]
Reflexiones sobre un cráneo neanderthaloide, 1924. Boletín de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Artes y Nobles Letras, 7, 79-86.
Síntesis fisiopatológica y terapéutica del sistema endocrino simpático, 1923. Ideal médico, 68, 37-38; 69, 59-61.
Sobre el hallazgo de Alcolea (Investigación antropológica), Diario Córdoba.
Un imbécil condenado a muerte. Estudio médico legal de la pena impuesta a Isidoro Ramírez Morales, autor del asesinato de su padre y madrastra. Córdoba, Imprenta la Opinión, 1915 [reimpreso en 1994, por la Diputación de Córdoba].
Novelas y ensayos
Yo y los demás, Madrid, Imprenta Hispanoalemana, 1914
Quiero ser hipócrita. Puntos de vista y confesiones, Córdoba. Imprenta Moderna, 1918.
La ciudad del deber. Córdoba, Imprenta Moderna, 1917.
Los libertadores del campo Madrid, Imprenta J. Pueyo, 1920
Los incultos, Madrid, R.C. Raggio, 1920
Más vale el escándalo. Libro de la serenidad. Córdoba, Diputación de Córdoba, 1999
Nuestro más sincero agradecimiento a la familia de Manuel por colaborar en este trabajo: a Luis Ruiz-Maya, Pilar Ruiz Maya, Manuel Ruiz-Maya Jiménez, José Ruiz-Maya Jiménez, Emilio Caballero Ruiz-Maya, Antonio Pérez Pineda y M. Luisa Pérez Pineda
Publicaciones sobre el autor
Campos, R. (2007). ¿Psiquiatría para los ciudadanos o psiquiatría para la represión? El problema de la peligrosidad del enfermo mental en España (1920-1936). En: Campos, R; Villasante, O; Huertas, R.. De la Edad de Plata al Exilio. Construcción y “reconstrucción” de la psiquiatría española, Madrid, Frenia, 2007, pp. 15-36.
Checa Godoy, A. (1989). Prensa y partidos políticos durante la II República. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1989.
Gargallo Vaamonde, L. (2011) . El sistema penitenciario de la Segunda República. Antes y después de Victoria Kent (1931-1936). Madrid, Misterio del Interior.
García González, G.(1983) Historia de la asistencia psiquiátrica en Córdoba hasta el primer tercio del siglo XX. Córdoba, Diputación de Córdoba.
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Moreno Gómez, F. (1985). La Guerra civil en Córdoba (1936-1939) Madrid, Editorial Alpuerto.
Porro Herrera, Mª J. (1992). Hacia la ideología por la literatura: El regeneracionismo novelístico de Esteban Beltrán y Manuel Ruiz-Maya. Discurso de ingreso como Académica Numeraria leído por su autora en la sesión pública del día 22 de noviembre de 1991. Boletín de la Real Academia de Córdoba, Bellas Letras y Nobles Artes, 1992, 122 [http://repositorio.racordoba.es:8080/jspui/handle/10853/125]
Ruiz García, C.. Análisis documental de la revista ‘Ideal Médico’ (1917-1931) Contenido sobre Enfermedad Mental y Ruiz Maya, 2007, n. 17, 53-64.
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Fuentes de archivo
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Gaceta de Madrid: https://www.boe.es/
Ideal médico: http://helvia.uco.es/
Manuel Jiménez Ruiz. Mis memorias, 2 vols., Córdoba, 2002.
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Olagüe de Ros, G.. Sobre solida roca fundada. Ciento veinte años de labor docente, asistencial e investigadora en la Facultad de Medicina de Granada (1857-1976), Granada, Universidad de Granada.
Iconografía
Figura 1: Fotografía en el número extraordinario de Ideal médico, Año XV, abril de 1931, con motivo de la publicación de Psiquiatría Penal y Civil. En el pie: ‘Jefe de Servicios manicomiales de la Provincia’.
Figura 2: Fabián Ruiz Briceño y la dedicatoria a su hija Blanca en el dorso.
Figura 3: Caricatura y portada del número extraordinario que le dedicó Ideal médico, abril de 1931. En la portada se observa una de las sedes que tuvo la revista y uno de los subtítulos que alcanzó desde su inicio.
Figura 4.Ilustración procedente del tratado Psiquiatría Penal y Civil. Test.
Figura 5. Ilustración procedente del tratado Psiquiatría Penal y Civil. Rasgos psicopatológicos asociados a un cuadro de imbecilidad.
Figura 6. Saluda de Ruiz Maya en su toma de posesión, aparecido en Vida penitenciaria, el 10 de mayo de 1933, tras la toma de posesión como Director general de Prisiones (Año II, n. 32).
Figura 7. Foto de la entrevista realizada para Vida Penitenciaria (Año II, n. 32).
Figura 8. Inauguración de la prisión de mujeres con Vitoria Kent, Vida Penitenciaria, 30 de agosto de 1933 (Año II, nn. 43-44).
Figura 9. Inauguración de la prisión de mujeres con una de las fotografías que muestran en diseño adecuado a las doctrinas higiénicas (Vida penitenciaria, 1933, II, 43-44).
Figura 10. Detalle de sala de niños. Inauguración de la prisión de mujeres (Vida penitenciaria, 1933, II, 43-44).
Figura 11: Fotografía de la edición fascimil de 1999 de Psiquiatría Penal y Civil.